Primer domingo de Cuaresma.

La liturgia de Cuaresma presenta a los cristianos un esquema que, aunque desde el tercer domingo se diversifique, los primeros dos domingos plantea los mismos temas. Así, si el segundo domingo nos habla de la transfiguración de Jesús, el primero plantea el grave riesgo de la tentación.

El Dios hecho carne va al desierto para retirarse en oración y ayuno ante su Padre Dios. Ese retiro durará lo suficiente como para consolidarlo en su camino, si leemos 40 días pensemos en un número específico de jornadas sino en un tiempo total, que empieza y termina, tiempo en que se cumplen los objetivos.

Como es el domingo de la tentación, tarea muy importante porque la prueba a la que se nos somete a todos es personal y debemos superarla personalmente, la primera lectura nos habla de la tentación y caída de los primeros padres. En la catequesis de Génesis el ser humano, creado por Dios de la arcilla de la tierra, se enfrenta con el tentador y ambos, debilitados por su falta de compromiso, caen en el pecado y son expulsados del paraíso. El salmo 50 nos permite tomar conciencia de su pecado y pedir perdón.

La carta los Romanos, texto complicado y lleno de detalles teológicos, asume la catequesis de Génesis y explica que, si el pecado entró al mundo por un solo hombre, el Adam, ser humano integral, varón y mujer, también por un solo hombre, Jesucristo, entró la vida. Si la falta de un solo hombre causó la condena, el acto de justicia de uno solo producirá también la salvación para toda la humanidad.

El Evangelio, por su parte, nos plantea las tentaciones de Jesús según Mateo. En ellas vamos a descubrir varias cosas. En primer lugar, que Jesús está oración y es allí donde entra el tentador. La segunda que Jesús, que escucha la tentación, en realidad no responde al tentador en un diálogo abierto, sino que más bien lo que hace es bloquear la frase de aquel con una cita bíblica. Es decir, que Jesús nunca dialoga con el diablo. Lo tercero que notamos es que las tentaciones tocan todos los ámbitos de la vida humana, desde la compasión por los que no tienen que comer, hasta pretender garantizarnos el amor de Dios, hasta el riesgo infinito que puede suponer el atrevernos a comprometernos con el diablo y hacernos sus amigos para pretender su asesoría.

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