Avanzamos en este considerar atentamente el Evangelio según San Mateo. Hoy la propuesta de Jesús es muy clara y se sintetiza en una frase, en una definición muy breve de lo que Jesús propone como esencial y radical en nuestra condición cristiana, es decir, de seguidores suyos. Me refiero a la corrección fraterna. Con esas dos palabras se establecen como dos principios fundamentales: en primer lugar, que es necesario corregir al hermano. La segunda, que es necesario corregir al hermano fraternalmente.
La primera lectura nos impacta. En, como un gesto supremo, con un deseo profundo de querer hacer el bien. El profeta Ezequiel recibe la orden de advertir a la persona que se equivoca, que hace cosas inconvenientes, llamando su atención. Dice el texto que, si no lo hacemos y esa persona muere, será condenada, pero nosotros daremos cuentas a Dios por su vida. No obstante, si esa persona nos escucha, pero no nos hace caso, si muere habrá perdido su vida, pero nosotros habríamos salvado la nuestra.
En esta orden dada a Ezequiel podemos percibir el proyecto de corrección fraterna, con carácter obligatorio y dimensiones controversiales, que nos plantea Jesús. Seamos conscientes de que nosotros ni siquiera somos capaces de corregir al hermano. Al contrario, incluso llegamos a invertir el método de Jesús, porque lo primero que hacemos es echar el viento los errores de nuestro hermano, antes de siquiera de haberle hablado. Posiblemente el interesado sea el último que se entere del caso.
Hoy Jesús nos propone tres pasos para la corrección fraterna: el primero, acudir directamente a la persona que nos desconcertó, nos hizo sentir mal con su actitud. Allí, en el silencio, en la intimidad, abriremos nuestro corazón para hacerle ver lo que consideramos su error. Si esa persona se corrige, podremos sentirnos felices. Si no, deberemos traer dos o tres personas cercanas a este hermano nuestro, y entre todos hacerle ver su error. Si recibe no el consejo de esos amigos, deberemos decirlo a la comunidad, y si tampoco atiende a la comunidad, habrá que apartarse de él por su rebeldía.
Jesús asegura que esa corrección fraterna debe hacerse a partir del amor que sentimos por nuestros hermanos. No pretendamos aplicar la corrección sin antes tomar conciencia del profundo amor que nos une con esa persona. Si no lo hacemos por amor, será como darle lecciones lo que es pretencioso y absurdo, porque en realidad entre nosotros no hay maestros. Si amamos a esa persona podremos aplicar la herramienta de Cristo y hasta tener éxito, aunque no haya nada seguro.
En el texto se nos da, además, la facultad para atar y desatar en cielo y tierra, la misma facultad que recibió Pedro. Desatamos a nuestro hermano cuando le retiramos esa dosis de odio o rencor que a veces sentimos por el resentimiento que nos ha generado. De la misma manera, Jesús nos hace ver que, si dos o tres nos hemos reunido en su nombre, lo que sucede por ejemplo cuando venimos a misa, él estará en medio de nosotros, justo como pasa cuando participamos de la Eucaristía.