Nuevas parábolas de Jesús sobre el Reino de los Cielos nos marcan el camino para ser verdaderos cristianos y dignos del reino. Las parábolas son: tesoro escondido, perla maravillosa y red.
El centro de esta propuesta bíblica se enfoca en la idea de “buscar”. Jesucristo quiere que busquemos, aunque ya no buscamos nada. Ya no son tiempos de botijas, tinajas, tesoros metidos en muros en antiguas casas, cajas cargadas con monedas de oro y cosas por el estilo. Pero el Evangelio quiere estimular nuestra búsqueda. Desde ese punto, preguntémonos si buscamos algo. El gran problema del cristiano de hoy y de hace siglos, respecto de la fe, es que no buscamos nada, estamos satisfechos, aunque nuestra fe sea de muy baja calidad. Por eso el Evangelio, ante el reino nos pide estar en búsqueda permanente, y ver las cosas de mejor manera, descubrir lo que Cristo pide y asumirlo.
Son pocos los que hoy trabajan en el campo, terrenos muy arados en que sería difícil encontrar un tesoro escondido. Esa búsqueda no es solamente escarbar para encontrar. Para encontrar este tesoro, el que encontramos casi por casualidad debemos abrir el corazón. El tesoro del reino, que parece un tesoro que alguien encuentra, debe ser trascendental y evidentemente vinculado con el terreno, porque el afortunado no tiene ninguna duda en vender todo lo que tiene y comprar el campo. Así, pues, el tesoro está evidentemente vinculado con el campo. Si fuera una botija, una tinaja, un baúl de monedas, simplemente se escarba de noche y se saca. Pero Cristo vincula el tesoro al campo y eso lo complica.
También Jesús compara el reino con una perla preciosa, sólo que para encontrar esa perla yo debería poder reconocerla debo saber cómo es. La tercera parábola es más fría, porque propone al Reino como una red de pesca que va recogiendo todo. No es pesca de arrastre, sino una pequeña red que recoge todo lo que hay. Allí caen peces buenos y malos, pero también botellas y zapatos viejos. No importa. Al final separarán lo que sirve de lo que no. Esos que separen lo bueno de lo malo deben saber hacerlo.
Desde esas ideas se produce una vinculación importante entre la búsqueda del reino y y cierta inteligencia que nos lo haga reconocer cuando estemos frente a él. Por eso necesitamos la sabiduría de Dios, que se menciona con tanta fuerza en la primera lectura. Dios, por el profeta, ofrece a Salomón riqueza y vida larga, pero el joven rey más bien le pide sabiduría para gobernar al pueblo con eficacia.
En la segunda lectura se nos dice que “Dios dispone todas las cosas por el bien de los que lo aman”. Dicho de otra manera: “a los que aman a Dios todo le sirve para el bien”. En nuestra búsqueda del reino debemos esforzarnos por entender el lenguaje de Dios y aceptar sus propuestas para lograr las metas que Dios mismo nos propone y hacerlo con inteligencia.