Continúa el Señor con su particular observación sobre las tareas agrícolas. Mencionaré algunas de las parábolas, limitándome a comentarlas por encima.
Hoy, el señor Jesús compara el Reino de los Cielos con un campo sembrado de trigo. En primer lugar, se referirá a la calidad de la semilla que se siembra y al riesgo de que se contamine con otra de calidad inferior o, peor todavía, con semilla de otra cosa. En ese caso, un sembradío de trigo, de la mejor calidad, ha sido contaminado con la siembra subrepticia de la cizaña. No podemos ignorar que la cizaña y el trigo son plantas que se parecen muchísimo, sobre las cuales, al crecer, no parecieran existir diferencias. El problema se dará al final porque al final ambas producirán su espiga, la del trigo, llena de grano, mientras que la de la cizaña serán buenas espigas vacías. El consejo sabio de Jesús es saber esperar, no arrancar la cizaña, que podría traerse el trigo durante el proceso de crecimiento. Ésa es la solución ecuánime del problema. Pero prefiere esperar, no sea que se confundan y terminemos arrancando el trigo.
La propuesta es llamativa por cuanto nos hace ver que cada uno de nosotros puede ser a veces trigo y a veces cizaña, y que esto no se puede distinguir claramente, que no tenemos los métodos suficientes como para reconocer una o la otra, no tenemos habilidad para una tarea tan delicada. La propuesta es esperar a que termine el proceso para arrancar la cizaña y echarla al fuego. Nada más parecido a lo que pasa en la Iglesia. Si con frecuencia descubrimos en nosotros mismos la incapacidad para ser verdadero trigo, podemos entender que el Señor quiera que aprendamos la ciencia del agricultor, que la clave de Dios. Me refiero a su paciencia infinita. En todo momento el Señor quiere: “darnos tiempo”. ¿Será que nosotros damos tiempo también a las personas para que alcancen su madurez o que vivimos tomando decisiones con de las personas están apenas empezando sus procesos?
Muy llamativa la comparación del Reino de los Cielos con el grano de mostaza, ¡tan pequeño, tan in-significante, y que dentro suyo esté encapsulado un árbol completo! Ello nos lleva a pensar en la importancia de confiar en Dios. Jesús mismo, ya resucitado, no se parece al Jesús histórico, porque en él ya es visible su extraordinario proceso ya desarrollado. Lo de la levadura es apasionante. A veces hubiera querido aprender a hacer pan, pero viendo los pequeños vídeos que produce la Internet descubro lo minucioso de la técnica de los panaderos, con sus procesos, sus pacientes esperas, la vigilancia del clima, el manejo de la masa en proceso de fermentación, si es que quiero lograr un pan hermoso y crujiente. La acción de la levadura es determinante es los resultados maravillosos.
Y otras cosas y del Señor. Resumamos un poco: vigilancia, paciencia, atención constante, observación del trabajo. Todo ello es necesario si queremos ser verdaderos trabajadores en la construcción del Reino de los Cielos, si ese queremos ser verdaderos trabajadores de Cristo capaces, que llevemos en nuestras manos la palabra de Dios y la proclame musa todas las criaturas.