Domingo IV del T.O. 29 de enero

El maravilloso texto de San Mateo nos lleva hoy a uno de sus puntos culminantes, el sermón de la montaña, donde Jesús, sentado, como Dios, en la cumbre del monte, replantea la ley de Moisés dándole una interpretación nueva y definitiva. Es un discurso largo, que en realidad cubre los capítulos 5, 6 y 7 de este Evangelio. Por hoy se nos narra lo dicho en las llamadas “bienaventuranzas”, aquellas exposiciones de Jesús sobre la importancia de no buscar el propio bien, sino más bien elegir las limitaciones, el sacrificio, el servicio a los demás, para recibir premio en la eternidad. La lectura sucinta de cada una de las líneas de esta exposición nos conmueve mucho, porque nos expone con mucha claridad qué es lo que tenemos que hacer y de qué manera tenemos que asumirlo. Vivir, por ejemplo, la pobreza en el espíritu, es decir que, sin importar si tienen o no, viven como si no tuvieran, para beneficiar a los demás. O someterse a la persecución en la tierra a causa del proyecto de Dios. Se nos propone asumir un panorama revolucionario, innovador y, sobre todo, violento hacia adentro, porque nos obliga a cambiar de actitud, para ser aceptos a Dios.

La primera lectura de este día nos viene del profeta Sofonías. El profeta hace una llamada al creyente para que busque al Señor, y hacerlo en humidad y pobreza, siendo personas anhelantes de la santidad y dispuestos a someterse a las propuestas de Dios. Eso va a producir, entonces, una nación diferente, de personas justas incapaces de mentir o de levantar falsos testimonios. Se formará un pueblo apacible que podrá vivir en paz. A esta idea del Evangelio, apoyada por Sofonías, que la pobreza y el vaciamiento personal son lo más recomendable, responde el salmo 145 que nos hace repetir una y otra vez: “Felices los que tienen alma de pobres”.

La secuela de la primera carta a los corintios nos pone en una disyuntiva, saber descubrir que los llamados por Dios no obedecemos a un esquema de gente brillante, famosa, rica, poderosa, noble. Por el contrario, como que Dios hubiera escogido a lo que el mundo tiene por débil, porque así, cuando éstos se hubieran transformado, será solo por pura gracia de Dios. Unirse a Cristo Jesús es el acto de absoluta inteligencia, porque el, por disposición de Dios, es la expresión absoluta de la sabiduría y la justicia, es decir, de la santidad. Si nos unimos a Él estaremos haciendo lo mismo que hizo Jesús, dar gloria a Dios con nuestras propias vidas, o lo que es lo mismo, si queremos gloriarnos, debemos gloriarnos en el Señor.

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