Decíamos la semana pasada que estamos en el ciclo C, acompañados del evangelista San Lucas, un texto sensible sobre todo para con los pobres, las mujeres, los abandonados y la maravillosa idea de la reconciliación. Este domingo contemplaremos el momento en el que Jesús inaugura su trabajo evangelizador. El maestro viene de su experiencia bautismal, de esa manifestación plena del Espíritu Santo, de oír la declaración del Padre, que lo llamó su Hijo predilecto. Luego, ha tenido la experiencia del desierto, de la cual hablaremos en el I domingo de Cuaresma. Hoy lo vemos llegar a Nazaret, donde se crió, e ir a la sinagoga a participar de la celebración. se levanta para hacer la lectura y recibe el rollo del profeta Isaías. Lo abre y rellene el pasaje de nuestro actual capítulo 61: “El Espíritu del señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”. Lleva adelante la lectura anunciando acontecimientos muy sugestivos como la Buena Noticia a los pobres, y de todos los cautivos, dar vista a los ciegos, liberar los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Devuelve el texto, se sienta y dice: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Jesús acaba de sorprender a su comunidad declarándose mesías delante de todos y sin darles ocasión para aclaraciones. Esto, que le traerá consecuencias serias, porque lo rechazarán y lo sacarán a empujones del pueblo. Pero fue el gesto absolutamente lógico de su parte para dar por inaugurada su manifestación mesiánica y sobre todo para hacerlo desde las páginas bíblicas, desde la proclamación de la palabra de Dios, porque él viene a ser la voluntad de Dios y su programa estará relacionado absolutamente con los más desposeídos.
En la primera lectura asistimos a un momento en el que Esdras, el sacerdote, presenta la ley ante la asamblea. El pueblo está sufriendo la consecuencia de la deportación y por primera vez en muchos años puede escuchar la palabra de Dios en el sitio donde se reunieron siempre, en el Templo. Y en ese momento no están escuchando la palabra sólo algunos sino todos, hombres y mujeres, e incluso los niños que ya pueden entender. Todos están siguiendo el libro de la ley. Y todos sienten conmovidos y atentos aquella escucha de la palabra de Dios y declaraba aquel un día dedicado al señor consagrado su Dios. Porque muchos están llorando la emoción es hacer otras dirá que no estén tristes y que no lloren que, por el contrario, hagan fiesta porque la alegría del señor es la fortaleza del pueblo.
La segunda lectura, por su parte, nos hace sentir esa integridad que viene del hecho de que somos un solo cuerpo. Ya no somos simplemente un pueblo, que es una noción importante pero que se queda corta al explicarnos como un organismo. Ahora somos un solo cuerpo. Y si el cuerpo tiene muchos miembros pero conserva su unidad, así es la Iglesia de Cristo. El bautismo en un solo Espíritu nos ha hecho formar un solo cuerpo en donde no hay diferencias nacionalidad ni de sexo. El cuerpo, además, exige de nosotros una profunda comunión, pues nadie subsiste con el cuerpo fragmentado. Ésa comunión nos lleva a vivir como hermanos compartiendo el dolor, la alegría, el entusiasmo, el éxito y la vida en Dios.