Domingo IV de Pascua, Ciclo B

Con la intensidad que supone marcar el centro de la Pascua, este IV domingo nos pone frente a una de las alegorías más amadas y apreciadas de nuestra fe, me refiero a la figura tremenda, generosa, trepidante, de Jesús que se declara a sí mismo el Buen Pastor. Es muy frecuente que Dios, el Señor del Universo, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, asuma la condición de pastor. Dios, un poco cansado, decepcionado de la falta de calidad de los pastores que él ha enviado a apacentar a su rebaño, y ojo que no estamos hablando solo del asunto religioso, donde de por sí los sacerdotes tuvieron normalmente un pésimo desempeño, sino que el problema del pastoreo, del cuidado del pueblo, arroja luz también sobre las graves dificultades de orden político y económico. Dios se declara como mismo Pastor del rebaño, expulsando a todo aquel que pretenda manejar inadecuadamente al rebaño.

Cuando Jesús, por su parte, se declara Buen Pastor, lo hace a partir de imágenes muy concretas, sobre todo por su amor por nosotros. Es muy importante anticiparnos a la objeción y establecer que de ninguna manera Jesús pretenda que los miembros de la comunidad seamos vistos como borregos, ovejas tontas, manipulables ni menospreciables. Al señalarse en su condición de pastor se está definiendo como responsable del rebaño, como el que conoce a las ovejas, que es capaz de morir por ellas, y que se distingue del asalariado precisamente porque éste huye frente al lobo que amenaza el rebaño, abandonando las ovejas a su suerte. Jesús, pues, se declara Buen Pastor, además, por cuanto hace presencia de su Padre en el mundo y, además, anuncia la existencia de un rebaño que no es este, que no es parte nuestra. Es un rebaño que es también suyo y que él debe apacentar. Estaría pensando en esos miles y millones de seres humanos que andan buscando la verdad y que no logran encontrarla, o porque no miran bien lo que la Iglesia ofrece, o porque lo que la Iglesia les ofrece les es incomprensible e inaceptable. No importa. Lo urgente es rescatar a esas ovejas del otro rebaño, porque también son de Cristo.

La primera lectura del domingo plantea de nuevo el kerigma, partiendo de algo fundamental: que Cris-to es la cause y origen de toda bondad en el mundo, porque los méritos de toda acción buena de ninguna manera recaen sobre la Iglesia, ya que son de Cristo, que murió y resucitó, y que tiene el nombre más grande que haya sido dado a los hombres, un hombre que por sí mismo salva. La segunda lectura, por su parte, declara que nosotros hemos sido llamados hijos de Dios y que realmente lo somos y que si el mundo todavía no logra reconocernos como tales es porque no lo reconocieron a Cristo. Más todavía, lo que seremos no se ha manifestado todavía, porque cuando se manifieste veremos a Dios tal cual es.

Las declaraciones de Jesús en el Evangelio: “Yo soy el Buen Pastor”, han sido interpretadas por nuestra parroquia como herramienta pastoral. Queremos establecer este IV domingo de Pascua como un momento especial para que la Iglesia, obediente al llamado del Pastor, convoque a los miembros de la comunidad, especialmente a aquellos que no están ejerciendo un ministerio o servicio en la Iglesia, para que lo suma, que lo haga, que tome la decisión, que dé el paso necesario para empezar a trabajar por el bien comunitario. Desde ya la invitación para que usted participe de la feria y al menos se anote en las listas de quienes quieren asumir trabajos voluntarios en nuestra comunidad de San Bartolomé.

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